jueves, 19 de febrero de 2009

Cuando la amistad no alcanza

Qué hacer y qué decir cuando no podemos ni sabemos controlar una situación ajena a nosotros. Uno de los momentos más tristes que nos puede tocar vivir es ver llorar a un amigo y no poder hacer nada para ayudarlos. Es desesperante... decepcionante hacia uno mismo. Estaré fallando como amigo/a, como persona, como cristiana?
Veo sus lágrimas brotar sin detenerse y aunque quiera decir que este será uno de los tantos momentos que pasarán en la vida, se me hace un nudo en el pecho de imaginar qué haría yo si estuviera en el mismo lugar. Me duelen sus lágrimas como si fueran mías, brota su sangre de la herida como si a mí me la hubieran hecho. Y siento rabia, indignación, cólera, qué se yo! Toda una vorágine de sentimientos que no puedo detener. No puedo tener paz hasta que ellos la tengan. No puedo sonreir sino sonríen conmigo. Sé que en parte está mal lo que siento, que debería ser más objetiva sobre la situación, pero cómo volver objetivo al corazón? Si el corazón no piensa, siente! Si a cada instante late con la alegría de saber que otros latidos le hacen eco a su compás.
Amigo, sabé que estoy vos, que te acompaño a cada paso, que no me voy a detener hasta ver que haya salido el sol otra vez en tu vida. Porque te quiero, porque siempre estás conmigo y sos un tesoro precioso para mi vida. Dios te bendiga en todo y te vuelva a hacer sonreir. Te quiero...